Debo decir que nunca comí algo como arroz con huevo, ni nada que no requiriera de una sigilosa elaboración. En mi casa, comer funcionaba como una suerte de ritual de comunicación para la familia.
De las primeras cosas que escribí, aún conservo un cuaderno celeste de tapa dura, con la leyenda my diary en la portada, que utilicé a lo largo de mi sexto año de vida. Las páginas eran pequeñas y con grandes espacios entre cada línea, lo necesario para escribir en una caligrafía bastante precaria y lápiz rosado, lo más importante que había sucedido a lo largo del día. A los seis años, los días son largos y las cosas importantes son proporcionales al tamaño de los huesos. El 15 de febrero de 1985 por ejemplo, escribí: “vi el festival de viña”, el 17 del mismo mes: “mi prima se quedó a alojar”. Pero el 25 de ese mes lo más importante que ocurrió fue que “hoy comí lengua”. Puede sonar un poco excéntrico que a una niña de seis años le den de comer lengua. Pero es importante destacar que era y aún continua siendo, mi plato favorito. Supongo que no está de más decir que la comida en mi casa siempre fue muy diferente en aspecto y sabor a la de las casas de mis amigos. Los mismos que miraban nuestro refrigerador sorprendidos, como si estuvieran en un laboratorio repleto de frascos llenos de elementos desconocidos. Debo decir que nunca comí algo como arroz con huevo, ni nada que no requiriera de una sigilosa elaboración. En mi casa, comer funcionaba como una suerte de ritual de comunicación para la familia. Comer con gusto era una manera silenciosa de decir cuanto nos queríamos. Ese es el principio de mi relación con la comida. Supongo que por eso desconfío de para quienes la comida no es importante. A quienes les da lo mismo una salchicha o un pescado. Desconfío de los dinners americanos, de la horrible comida inglesa. Para mí, las etapas en que entro a la cocina solamente a hervir agua para una sopa en sobre, es porque las cosas no andan bien. Como si de pronto le hubiesen quitado el sabor a la vida. Por eso cocino. Aunque esté sola. Porque como dice mi padre, comer es una fiesta. Y a mi me encantan las fiestas. |