El fin de las revistas porno |
Por JC RAMÍREZ FIGUEROA Hace un par de semanas Hugh Hefner despidió a la mitad de los trabajadores de la revista Playboy. La crisis financiera y la baja de “lectores” (es un decir) motivaron la decisión, y de paso la publicación de un especial con “las mujeres más deseables de Wall Street”. ![]() La escena, incluída en “The Girls of the Playboy Mansión” del canal E!, posiblemente cristalizará el último gemido del imperio Playboy, del erotismo de revista y la subcultura de la modelo-de-página-central. La misma que La Cuarta adaptó a Chile y la bautizó como “Bomba 4” y que motivó las masturbaciones de toda una generación. A propósito de masturbación, fue curioso que cuando publiqué en La Nación Domingo un reportaje en torno al notable estudio “Sexo Solitario”, tanta gente se haya espantado. Según el autor, Thomas W. Laquear, “tocarse” se convirtió en tema, solamente después de la revolución industrial. Precisamente, durante las discusiones en torno a si el hombre debía ser libre o un átomo al servicio de la producción. Como el dueño de Playboy tiene cosas más importantes que hacer que meterse a internet, no debe sospechar lo que puede caber dentro de una pantalla. Y no me refiero a las orgías masivas, los “faciales”, el sexo interracial, japonesas que juguetean con moluscos o hermafroditas modelos. Después de todo, eso siempre existió, sólo que era más difícil acceder al material. Lo que ocurre, es que mientras la empresa Playboy discute sobre como reencantar al público, ese público ya está casado o tiene el dinero para pagarse prostitutas profesionales. Y los “nuevos” ya tienen establecida una cultura de fotologs, flickrs, sesiones de fotos privadas transmitidas por mail, grabaciones vía webcam. Desde el extraño cruce gótico, pin-up y punk de una Suicide Girl que se toma fotos para ella misma a un adolescente que le muestra sus partes a una supuesta novia vía cámara web, el mundo dejó de necesitar las modelos de Playboy o de las revistas con moral de ginecólogo que salieron a hacerle la competencia desde los setentas. Si bien, la masturbación es el gran fin de toda pornografía, aunque algunos sobreteoricen el asunto, hablar sobre el acto en voz alta sigue poniendo nervioso a todos. El problema es que hay toda una generación que se inicia sexualmente más allá del toqueteo solitario mirando fotos de modelos. Eso deberían saberlo los publicistas del decadente imperio Playboy. | |||||||||||||||||||||||
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